Cuento del puerquito feo


En la tranquila granja "El Amanecer", donde el sol pintaba de dorado los campos verdes, llegó Pipoca, un cerdito peculiar. Su pelaje era de un negro azabache, y su aspecto, a ojos de algunos, distaba de la rosada redondez esperada en un lechón. Pipoca se sentía diferente, un lunar oscuro en un lienzo claro.

Su primer encuentro fue con Cornelio, el gallo de plumaje rojizo y cresta orgullosa. Cornelio, encaramado en la cerca, le contó con voz cacareante de los días de gloria, cuando era el despertador oficial de la granja antes del estruendo del viejo tractor. Luego, Pipoca conoció a Orejitas, un conejo de pelaje blanco como la nieve. Orejitas, con sus nerviosos bigotes temblando, le narró la angustia de la reciente visita de un zorro escurridizo y la valentía con la que su madriguera se había salvado.

Un cachorro golden retriever, torpe y juguetón, llamado Sol, se acercó a Pipoca moviendo la cola. Sol le ladró historias de persecuciones fallidas de mariposas y la calidez del regazo de la granjera. Finalmente, un par de gansos blancos, con sus graznidos característicos, le informaron con aires de superioridad sobre la importancia de mantener el estanque impecable y su disgusto por los patos ruidosos.

Pipoca escuchó atentamente cada relato, sintiendo una punzada de tristeza por no tener historias propias tan emocionantes. Sin embargo, al caer la tarde, cuando una tormenta amenazaba con inundar el corral de las gallinas, Pipoca, con su fuerte olfato, detectó una grieta en el canal de drenaje. Sin dudarlo, removió piedras y barro con su hocico hasta desobstruirlo, salvando a las aves de una inundación. Los demás animales lo miraron con admiración. Cornelio cacareó agradecido, Orejitas asintió con sus largas orejas, Sol lamió su hocico con cariño y los gansos graznaron en señal de respeto. Pipoca, el "puerquito negro y feo", había encontrado su lugar en la granja, no por su apariencia, sino por su inesperada valentía. Su corazón se llenó de una cálida felicidad, dándose cuenta de que la verdadera belleza reside en las acciones.


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